lunes, 2 de junio de 2014

Equilibrando vino y comida





Por: Eduardo Romera


Maridar proviene de la expresión francesa Mariage (matrimonio) y, esencialmente consiste en eso: encontrar la ecuación perfecta entre comida y vino, de forma que se complementen y no se solapen sus sabores. En nuestro caso particular, se trata de hallar el “matrimonio” ideal entre un vino y un platillo en concreto.

Para un buen maridaje, el primer consejo es utilizar comidas que nos agraden y luego buscaremos el vino adecuado, porque si el platillo ya de entrada no nos gusta, no merece la pena perder tiempo y dinero en complementarla con un vino, que por lo general suelen ser caros.
Una vez que tengamos seleccionadas las viandas, debemos decidir quién de los dos tendrá el papel estelar, la comida o el vino. Al combinar vinos y comidas es conveniente que uno de los dos
lleve la voz cantante y el otro sea un mero acompañante que lo complemente, resaltando sus cualidades o escondiendo sus defectos. Mi consejo es que comiences con platos sencillos, pero combinándolos con los mejores vinos. Por ejemplo, un Caber- net Sauvignon con aromas a frutas rojas o ciruelas maduras y especias es perfecto para una comida ligera, o un Tempranillo Reserva es perfecto para carnes asadas.
Los vinos tintos jóvenes contienen más taninos que los envejecidos, y en nuestra boca lo sentiremos con cierta aspereza que nos dejan en la lengua, por eso son perfectos para combinar platos pesados con sabores más fuertes. El cordero, la carne de res, guisos y otras carnes más grasas, son las que maridan muy bien con vinos jóvenes.
Los vinos tintos se llevan bien con carne roja, pero también con aquellos platos que llevan

entre sus ingredientes tomate, caldo de ternera, hongos o un toque de tinto.
Para los vinos blancos, la regla básica que debemos seguir es que casan a la perfección con cualquier alimento blanco: desde pollo o pescado, hasta el cerdo, hongos y quesos poco maduros. Un buen vino blanco elaborado con uvas Chardonnay, Sauvignon Blanc o Riesling, servido a una temperatura de entre 8 y 11° C será ideal para servir cualquiera de los platillos arriba mencionados especial- mente en épocas de calor, en las que los tintos deben quedar relegados y ceder protagonismo a blancos y rosados.
¿Y los postres? Ese será el tema que tocaremos en el siguiente artículo.


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