domingo, 21 de septiembre de 2014

Roberto Román y el documental hecho en Chiapas

Ya teníamos antecedente y estábamos apenados uno con el otro. Antes, en abril cuando vino a presentar su documental a Comitán, no pudimos vernos y ahora yo llegaba con más de media hora de retraso.





Redacción: Rossalba Martínez
Edición: Maribel Aguayo


Pero Roberto no estaba aburrido ni molesto. Con una taza de café en la mesa, conversaba con Daniel Saborío, a quien le presentaba algunos de sus proyectos más próximos.
Fue el primer día seco después de casi una semana de lluvia constante en Comitán, aún así 'Boris' amenazaba con bañarnos por haber elegido justo la mesa que no tenía paraguas.
Roberto, acostumbrado a los días calurosos porque ha vivido más de una década en Tuxtla Gutiérrez, usaba camisa sobre camisa para cuidarse del fresco viento comiteco. Antes de comenzar la entrevista, que era el motivo para estar ahí los tres, hablamos un poco para romper el hielo; “aunque soy del Distrito Federal, no volvería para vivir allá, no me gusta”, nos confiaba al mismo tiempo en que confirmaba el extraño y reciente lazo que le une con Comitán, ciudad que vio nacer a su padre.


Vamos a empezar, tu nombre y ocupación.
Roberto Román y soy director de cine”, dice mientras se ríe nervioso.


¿Cómo fue que te interesaste en el cine?
“Desde siempre he tenido un acercamiento con el asunto de contar historias. Siempre me llamó mucho la atención las películas que veía de niño y el acercamiento a la literatura, creo que de alguna manera eso me fue formando, esos fueron los detonantes principales”.


Conforme fluía la entrevista, los nervios de Roberto iban desapareciendo y su voz se hacía más intensa cuando hablaba de esos trabajos que le han apasionado.

¿En qué trabajos has estado involucrado?
"Hice diez largometrajes mexicanos, dos de corte estadounidense. Entre ellos figuran Ciudades oscuras, Piedras verdes, El segundo aire, Sexo pudor y lágrimas, Atlético San Pancho. Esos son los que tuvieron más presencia en las taquillas comerciales. Además he trabajado en películas gringas, una de ellas fue Coronado, que fue hecha con el productor de Día de la Independencia".

Roberto comenzó a hablar de su hijo recién nacido, su más reciente producción llamada “Los pies de Guadalupe”:
“Es un documental que habla de cinco jóvenes de Zinacantán, Chiapas, y que todos los años peregrinan desde la Basílica de Guadalupe hasta su comunidad, recorriendo novecientos kilómetros por las carreteras del sur del país para llevar la luz de la Basílica a su propia comunidad”.

¿Cómo nació este proyecto?
"El proceso inició cuando yo estaba paseando por una de estas carreteras en los primeros días de diciembre y me tocó ver que gente de mi estado viajaba hasta la Ciudad de México caminando o corriendo y me llamó mucho la atención".

La filmación no se iba a convertir en un documental, según narró Román, “era más bien para tener un registro de ese fenómeno social y espiritual. En ese tiempo trabajaba para la televisión y pensé que alguna de esas imágenes podría servir para un reportaje, no tenía claro en lo que se convertiría”.

¿Cómo resultó trabajar con las comunidades?
“El proceso fue un poco difícil porque el arraigo que tienen estas comunidades a sus costumbres, de pronto no les permite compartirlas con el público en general y mucho menos ser grabados con una cámara. Entonces fue un proceso de convencimiento de cuatro meses hasta que logramos que un grupo de antorchistas nos permitiera viajar con ellos para poder hacer este trabajo”.

La grabación de “Los pies de Guadalupe” implicó también una lección de vida: conocer cómo se vive un viaje con pocos recursos, sin un techo donde dormir, andando siempre a la intemperie, “teníamos poco presupuesto, fue complicado, pero eso lo hizo más interesante, más místico”, aseguró Roberto, y cambió de semblante, se puso reflexivo, parecía estar viviendo de nuevo esos días de trabajo pesado, pero al mismo tiempo parecía estar satisfecho, como un padre orgulloso de su hijo.

¿Qué experiencias te dejó la realización de este documental?
“Hace muchos años cuando viví en el D.F., recuerdo que de donde vivíamos en el Valle de Aragón, hicimos ese recorrido de unas cuatro o cinco horas caminando, pero no se compara caminar cinco horas con caminar ocho días. Aunque ya tenía un antecedente, no había punto de comparación. A nivel profesional fue una experiencia muy padre porque estaba filmando mi primer trabajo, fue aprender cómo hacer un documental con poca infraestructura. Tener que llegar en las noches a cargar pilas y descargar el material, a tratar de dormir un poco, fue complicado.
A nivel personal fue un acercamiento importante con mi propia espiritualidad. Yo soy bautizado católico pero en mi vida había vuelto a pisar una iglesia, en mi vida me había hincado para persignarme, para rezar.
Al final, esto termina conmoviéndote porque estos personajes te hablan durante el trayecto de lo que hacen en todo el año para poder hacer este recorrido, es decir tienen que ahorrar, tienen que prepararse física y espiritualmente para saber qué le van a pedir a la Virgen de Guadalupe. Las peticiones generalmente son de salud, trabajo, que la familia esté bien, ser felices, alguno también pide por el amor. Esas son las cosas con las que me quedo y creo que al final, por los comentarios que ha tenido el trabajo, hemos logrado en una buena medida transmitir el sentimiento de estos jóvenes”.

Mientras disfrutaba un café, Roberto Román nos iba contando 
los pormenores de la realización de su documental.
El sacrificio que realiza un cineasta independiente para la producción de sus trabajos es indescriptible y hasta impensable para quienes no vivimos de la creatividad. ¿Cómo financió su trabajo Roberto?
"Esa fue la parte más complicada, ese fue nuestro sacrificio para hacer este trabajo.
La productora apartaba dinero de su quincena en la preproducción y ahorramos una parte para que con eso me fuera de viaje, cuando regresé estuve haciendo de todo un poco. Con lo que iba cayendo íbamos pagando poco a poco la edición del trabajo.
Fue muy complicado porque el hecho de que yo me quedara sin trabajo durante un año para producir el documental implicó que perdiera muchos clientes porque, prácticamente, no estaba disponible para nada que no fuera la edición.
Me costó trabajo regresar a la vida laboral pero el objetivo era claro: terminar el documental, y lo logramos. Gracias a eso ya estamos participando en algunos festivales".



¿En qué festivales ha participado “Los Pies de Guadalupe”?
“Fuimos al Festival de Cine de Guadalajara, estuvimos en una sección del festival que se llama DocuLab en donde estos trabajos documentales entran a discusión. Documentalistas de todo el mundo te dicen qué cosas están bien, qué cosas están mal, qué hay que mejorar para los siguientes trabajos, cuál es el rumbo narrativo que tiene tu propio estilo, y eso para mí fue muy interesante. Uno de los directores era Everardo González que, aparte de ser uno de los mejores documentalistas de este país es un poco como mi ídolo, es alguien a quien yo quiero seguir en el estilo narrativo.
Gracias a eso nos han invitado a diferentes presentaciones como en Comitán, o en Puebla en el festival del 5 de Mayo, que es muy importante y el documental tuvo muy buenos comentarios en Puebla”.

El mes pasado, el documental participó en el Primer Festival Internacional de Cine FICUNACH y ganó el primer lugar en la categoría de Mejor Guión Documental.


A pesar de que el documental retrata el viaje de un grupo de jóvenes de Zinacantán hasta el Distrito Federal para visitar a la Virgen de Guadalupe, los protagonistas y sus familias no han visto el resultado y eso no ha sido por falta de empeño de Roberto Román. 
"Hay una razón específica para esto. Hay un grupo de rock muy famoso en Zinacantán al que hubo un tiempo que lo expulsaron de Zinacantán porque era muy famoso y era un grupo que a nivel nacional e internacional vendía muy bien este asunto de la comunidad indígena y comenzó a llevar televisoras para que conocieran cómo era el telar, cómo era la comida y el consejo de los ancianos se molestó mucho y los expulsaron, bueno les advirtieron que si vendían la tradición los iban a expulsar. Este grupo decidió, por salud y por seguridad, radicar un tiempo en San Cristóbal y como este caso fue muy sonado, con los protagonistas del documental tratamos de organizar una presentación que al final no se hizo porque les dio miedo.
Después los invité, con todos los gastos pagados, a la presentación en Tuxtla Gutiérrez y no llegaron, lo mismo hice cuando lo presentamos aquí en Comitán y tampoco llegaron. Después hubo un detalle: el grupo Santo Domingo, que eran los antorchistas, se dividieron por problemas personales entre dos de los miembros, así que no pude entregarles un disco con el trabajo completo para evitar problemas con alguno de los dos nuevos grupos. Al final lo que hice fue darles el link de YouTube para que vieran el trabajo”.

La clave del éxito está en el trabajo duro y nunca dejar 
de practicar, afirma Roberto Román.
Llegábamos al final de la entrevista, habíamos pasado cerca de hora y media hablando y la única certeza era que lo estábamos pasando bien los tres y no queríamos irnos, pero faltaba el mensaje más importante, ¿qué le dice Roberto Román a los jóvenes interesados en hacer cine?

“Hay que prepararse mucho. Digo, en Chiapas apenas va a salir la primera generación de la escuela de cine. Hay que haber nacido para esto un poco. Hay que tener interés pero un buen porcentaje de lo que logra hacer un cineasta es la chamba.
Estar practicando todo el tiempo, tratar de contar historias y acercarse cada vez más al profesionalismo. Hoy la tecnología ha acercado las cámaras de video a casi cualquier persona pero el lenguaje lo es todo, el contenido lo es todo pero también, los festivales se fijan cada vez más en la técnica.
Hay que irse acercando cada vez más a mejores formatos ¿de qué manera? haciendo trabajos en formatos semi profesionales y demostrar que tienes el talento para lo que sigue, ¿no? Yo les diría eso, que se empeñen que cada vez hagan un producto. Que empiecen con cosas pequeñas de duración. Que empiecen a hacer videominutos y después algo más grande hasta que llegue un día que hagan un cortometraje de veinte minutos que cuente una historia redonda.
Y empezar a acceder a los festivales. Inscribirse a festivales les va a dar la pauta de dónde están situados. El que no te seleccionen en un festival no significa que no seas bueno. Hay que entender que hay mucha gente que inscribe trabajos y de pronto hay que saber dónde está tu trabajo. Mientras tú lo sepas, es lo que te va a ayudar a mejorar.
No importa que estés lejos de las ciudades grandes, en Comitán se pueden hacer buenos trabajos porque es una ciudad bellísima, por locaciones aquí ya no sufres y, si hay grupos de teatro, por actores tampoco. Nada más es cuestión de que se acerquen a producir cada vez más”.

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